Manuel Padorno 1933-2002
Está Vd. en Caminos paralelos >> Una lectura distinta
La misma mano
Patricia Padorno
Para el catálogo Manuel Padorno 1933-2002, Madrid 2003.


Si alguien me hubiera dicho hace un año que hoy iba a estar escribiendo este texto sobre mi padre, hubiera pensado que estaba loco. Hoy sólo puedo escribir sobre él, sobre su capacidad creativa, sin alejarme de su persona. Me resulta imposible escribir un texto más o menos aséptico, aún está muy cerca su recuerdo. Dejo para los expertos el estudio de su obra, trabajos con los que se abre este libro.

Dibujo de Manuel Padorno, verso de un poema de A la sombra del mar.Todavía me preguntan qué fue mi padre: poeta o pintor. Como si fuera distinta la mano que escribe de la mano que pinta. Cuando mi padre escribe “La luz volcaba ciruela” en su libro de décimas El pasajero bastante casi podemos palpar la luz, olerla. He vivido rodeada de pilas de libros. Pero también de lienzos oreándose. Parafraseando a mi padre yo diría: “Hermoso taller el mío: mi casa”. He “picado” cientos de poemas y artículos, pero también he ayudado a tensar montones de lienzos en bastidores. Y jamás se me ocurrió pensar si mi padre era poeta o pintor. Ni aún cuando hablaba sobre la dicotomía social costumbrista a la que siempre estuvo sujeto en España el poeta que pinta. Para él, poesía y pintura marchaban paralelas. Cuando a los diecisiete años mi padre se adjudica (o le adjudican) el papel de “poeta”, ignora el peso limitador que ese “título” va a tener en su futuro.

Después de releer sus obras poéticas y de revisar su obra plástica, después de meterme en sus papeles, he comprendido algo que he sabido desde siempre, sin darme cuenta. “Trabajo en desvelar el mundo sensible y la realidad exterior, en la contemplación expresiva del mar, de la luz”, decía. Y me viene a la cabeza lo asombrada que me quedaba yo, de niña, al ver a mi padre sentado en su sillón de cuero negro, aparentemente sin hacer nada, durante horas y horas. Él vivía en su mundo, con sus horarios, con sus costumbres. Desde luego, vivía en el “desvío”, lejos de cualquier rutina convencional. Siempre en constante creación.

Manuel Padorno pintando en Cairasco, Las Palmas 1988.En este libro, y en la exposición, presentamos una síntesis de esta constante creación. Desde múltiples ángulos y con un espíritu decididamente “padorniano”, reflejando el pensamiento atlántico de Manuel Padorno, su hispanocanariedad, su entendimiento de la “comarca canaria universal [... que] está en tres continentes”. Manuel Padorno como generador de ideas, creador de conexiones y de nuevas miradas, como persona con un talento especial para entusiasmarse y entusiasmarnos. Creación que presentamos “como dos vías paralelas con una atmósfera única”, según decía. Así introducimos la serie Nómada urbano con uno de los poemas que mejor reflejan su ciudad imaginada, ideal, Ciudad pintada. O la serie Nómada marítimo con su Vaso de luz, o con el Árbol de luz que crecía delante de su ventana en Punta Brava.

Pared-agenda telefónica en Cairasco, Las Palmas 1988.La mirada de Ana T. Padorno recoge toda esa vorágine creadora de Manuel Padorno en el reportaje Plaza de Cairasco, 3 realizado en 1988. En él muestra la transformación que sufre una casa familiar del siglo XIX, con muebles de época, hasta convertirla en su estudio. Ana fotografía a Manuel concentrado ante su máquina de escribir Smith-Corona; los miles de papeles que se acumulan por doquier; botes de pintura y pinceles en su preciso orden, taburetes embadurnados de pintura, suelos chorreados. Lienzos gigantes, fluorescentes colgados y paredes-agenda telefónica.

En Punta Brava, 1989.Manuel Padorno era creativo siempre y en cualquier lugar. En el verano del 71 escribía, en Londres, un poema de nueve fragmentos que llamaba Charing Cross –con el que luego hizo una carpeta de 10 ejemplares- y que publicamos aquí completo y con sus correcciones, seguros de su excepcional calidad y valía. En el Diario del nómada incluimos una muestra reducida de los que despertaba su atención y la paciencia infinita que ejercitaba en su recolección y anotación. Sus cuadernos de notas sobre Mío Cid o sobre la obra de Machado o Góngora. Sus cuadernos de estructuras poéticas, que comenzara a hacer en Lanzarote en el 61. Retazos de sus viajes como la piedra de La Rotonda o el sepone. Su mirada de las obras arquitectónicas que ya conocía por sus lecturas…

La música siempre acompañaba a Manuel Padorno, a todo volumen: Vivaldi, Bach, Béla Bartok, Leoš Janávček, Coltrane, Frank Zappa o la misma Nina Hagen. Ritmos que se reflejan en la musicalidad de sus poemas, en la revisión de sus libros: “Las correcciones tienen mucho que ver con la búsqueda de un sonido. […] Todo el poema está acordado a un sonido. También a la grafía de la palabra, la forma impresa visual. Las palabras suenan, friccionan, se traban y se suceden sobre la piel de un ¿tambor? Mental, subyaciendo al significado o sentido buscado” nos dice en Égloga del agua. ¿Podría pensarse que Nocturna free fuera también producto de estas fricciones e influencias musicales?

Y termino volviendo a algo que me obsesiona: que la misma mano de Manuel Padorno que pintaba sus cuadros delicadamente era la que escribía sus versos ajustando la palabra precisa, construía su diario del nómada o golpeaba la batería decididamente.
                                                                                                         Mano de Manuel Padorno